¡¡Ese día ha llegado!! Hace unas semanas os dije que os iba a contar mi experiencia en Finlandia. ¿Preparados para pasar frío y sorprenderos conmigo? ¡Comenzamos!
Todo empezó un 6 de diciembre de 2016 cuando a las 3:30 de la madrugada salí de mi casa para ir al aeropuerto. Tras un par de vuelos con retraso, una corta escala y un cambio horario de dos horas, aterricé en Helsinki.
Aquel día llegué a las 14:17 de la tarde a la Estación Central de la capital finlandesa. Cogí mi maleta y comencé a correr para salir a la calle. De repente, una bocanada de aire frío se apoderó de mí, hacía -9ºC. Las manos las tenía totalmente rojas pero no tenía tiempo para ponerme los guantes, en sólo trece minutos salía mi autobus hacia Kuopio y no podía perderlo.
Con la mochila a la espalda y la maleta en la mano esquivaba todas las pequeñas piedras que habían puesto en el suelo para derretir la nieve. Trece minutos de infarto por las calles de Helsinki hasta llegar a la estación de Kamppi situada en un centro comercial.
Según crucé las puertas el calor volvió a mis venas, pero no había tiempo para calentarme, tenía que buscar mi parada en aquel mar de carteles escritos en finés y sueco (la otra lengua oficial de Finlandia).
La única opción era preguntar a cualquier viandante de Kamppi. Así comencé a practicar mi inglés, una joven finlandesa me explicó detalladamente como se llegaba a mi dársena. Bajé las escaleras corriendo con mi maleta a cuestas, y allí estaba, mi autobus todavía no había partido. Eran las 14:27 y había conseguido coger aquel bus que me llevaría al centro del país.
Una hora después anocheció y todavía me quedaban más de cuatro horas y media de camino. Nieve, nieve y más nieve aquella tierra no era Narnia era muchísimo mejor.
Según bajé del bus, allí estaba esperandome mi amiga Esther y lo primero que me dijo fue: está nevando y hace -15ºC. Cuando todo parecía que había terminado, resulta que no. El 6 de diciembre, al igual que en España, es fiesta nacional. Era el día de la indepencia de Finlandia y habían reducido el número de autobuses. Curiosamente el que nos llevaba a su residencia acababa de pasar y el siguiente pasaba una hora más tarde.
Teníamos dos opciones, esperar muertos de frío o seguir nuestro camino de 45 minutos andando hasta su casa. La segunda era la mejor opcion. Aunque pillamos un bus entremedias, por fin llegamos a la residencia. Eran las 8:30 de la tarde y por fin podía descansar.
¡Bienvenidos a Finlandia!
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